En busca de la objetividad y la verdad

En lo que va del año he leído dos libros que me han hecho meditar mucho sobre el tema de la objetividad y la verdad. En ambos casos los autores lograron narrar períodos históricos complicados sin darnos una versión parcializada de los hechos, se limitan a narrar la historia como a cada personaje le tocó vivirla, cada cual, con una visión, una vivencia, un pasado y hasta una idiosincrasia distinta. Uno de ellos es «Los lunes en el Ritz» de la escritora española Nerea Riesco, que narra el inicio de la guerra civil española a través de los empleados y clientes del hotel Ritz de Madrid, y el segundo es «Patria» de Fernando Aramburu, que narra el conflicto entre ETA y el gobierno español a través de dos familias vascas. Lo que Riesco y Aramburu logran son relatos objetivos y humanos que de una forma magistral despolitizan, pero humanizan períodos históricos de alta trascendencia política.

¿Se puede hablar verdaderamente de objetividad? Es una pregunta complicada, en principio sí y es algo deseable. Sin embargo, nos encontramos ante el dilema de que por más objetivos de deseemos ser, nuestras emociones, creencias e inclusive vivencias nos harán indudablemente subjetivos. Aún así dentro de esa subjetividad la verdad sólo se hará presente al ser honestos con nosotros mismos y comprender que no somos poseedores de la verdad absoluta. ¿Existe entonces una verdad absoluta? Ese pareciera ser el Santo Grial que buscan todos, poseer esa verdad absoluta sobre los hechos. Sin embargo, para llegar a una aproximación más certera de la verdad, debemos comenzar por la honestidad y tristemente esa es la carencia más grande de quienes buscan politizar la historia en Guatemala.

Hablemos de un tema que ha salido a la luz, los niños víctimas del conflicto armado. Por ser niños es un tema muy sensible y delicado. La izquierda ha integrado a su agenda política a los cinco mil niños desaparecidos durante el conflicto armado, ellos obviamente culpan de esa desaparición al ejército. Pero, ¿qué sucedió con los niños que la guerrilla reclutó y utilizó durante el conflicto armado?

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Lo menciono porque ha llegado a mis manos el libro titulado “Child Soldiers: From Recruitment to Reintegration”, editato por Alpaslan Özerdem y Sukanya Podder. El capítulo quinto de la Parte II, está dedicado a las «Niñas soldados de Guatemala». Según este, dentro del marco de los acuerdos de paz en 1996, la URNG elaboró una encuesta entre sus militantes, y esta reveló que muchos de sus miembros eran aún muy jóvenes, inclusive después de 15 o 20 años de servicio activo en la guerrilla. Luego de llevarse a cabo una serie de entrevistas con excombatientes que se habían integrado de niños, se estableció que la guerrilla reclutaba a los menores a partir de los doce años. Entre los 12 y los 16 años, los niños eran dejados en sus aldeas y comunidades como vigilantes, como espías que debían reportar cualquier movimiento del ejército, exponiéndolos a ser descubiertos y a convertirse en víctimas de la violencia. Niños utilizados como soplones para traicionar a miembros de su comunidad. A partir de los 16 años ya podían convertirse en combatientes. Sí, niños y niñas a partir de los 16 años en combate activo dentro de las filas de la guerrilla ¿Es correcto reclutar a menores de edad para luego convertirlos en víctimas y mártires? El estudio revela que muchos de estos niños llegaban a la guerrilla buscando ayuda luego de haber sufrido pérdidas familiares y violencia derivada del conflicto armado, pero la guerrilla en vez de crear zonas exclusivas de resguardo y protección para estos menores, lo que hacía era enfilarlos y utilizarlos como vigilantes y combatientes, ¿les parece eso correcto, ético, moral, justo? ¡Por supuesto que no! Y ahora este grupo viene a hablar de los cinco mil niños desaparecidos como si ellos no compartieran culpa. Se supone que la lucha armada nace porque se buscaba una sociedad más igual y más justa, ¿dónde quedan esos principios cuando se utilizan niños como instrumentos de guerra? Organizaciones como Human Rights Watch y UNICEF entre otros, alertan y condenan el uso de menores en las guerras, una práctica inhumana con consecuencias y secuelas graves e inclusive mortales, para los menores.

Con esto, lo que deseo es evidenciar que la verdad es muy compleja y que la única forma en la que se va a terminar con la polarización en Guatemala es que se reconozca la verdad de forma objetiva y con honestidad. Esto es una tarea titánica en nuestro país, porque la mayoría solo busca tener la razón en vez de llegar a la verdad. Pero nosotros como ciudadanos debemos de buscar y exigir la objetividad como un instrumento para llegar a la verdad y desenmascarar a quienes nos desean manipular.

Y, por último, si les gusta leer les recomiendo los libros antes mencionados.

Este artículo de fue publicado originalmente en el diario El Siglo, el 25 de mayo de 2018. Puede ver el original acá.

Escritora independiente, columnista, bibliófila y entrevistadora del programa A las 8:45 por Canal Antigua.