Yo, la víctima
Ser una víctima está de moda, crear víctimas aún más. El victimismo se ha convertido en la herramienta política de nuestros días. Alcanzamos más poder en la medida que victimizamos a las personas que mejor sirven a nuestros intereses políticos. Tener coraje y ser valiente está mal visto, es más útil ser una víctima.
Son muchos los que han escrito sobre la victimización, esta se ha convertido en una epidemia en nuestros días. El criminal y el asesino son víctimas de la sociedad, el violador es víctima del abuso que sufrió o de las enfermedades mentales que padece, el pobre es víctima del hambre y la ignorancia, el niño malcriado es víctima del divorcio de los padres o de la hiperactividad, etc., y al final del día las verdaderas víctimas son olvidadas o quedan rezagadas. No les queda otra alternativa que no sea la de aceptar su papel de víctimas.
En pocas palabras la joven que ha sido violada por un pandillero tendrá que aceptar que, si bien ella fue abusada sexualmente, eso se debe a que el pandillero es una víctima de la sociedad, ¿se dan cuenta la irracionalidad de todo esto? Pero lo escuchamos a diario, lo vemos a diario.
La agenda de lo políticamente correcto busca precisamente eso, crear una tiranía por medio de la «benevolencia» y olvidan que lo que debe prevalecer es la verdad y la justicia.
Nos hemos enfocado en justificar las intenciones de las personas y nos olvidamos de que lo que realmente debe importarnos son las acciones. La comisión de un delito ha pasado a segundo plano y ahora la sociedad solo desea saber ¿por qué? y de preferencia etiquetar al criminal como víctima y diagnosticarle algún tipo de trastorno mental si sus acciones no pueden ser justificadas con su entorno social. Pobre de aquel que tenga la osadía de cuestionar a la «víctima», porque inmediatamente es tachado de ser un ser despiadado que no tiene compasión hacia sus semejantes y carece de empatía, por ende, de humanidad. Pero olvidamos que la maldad humana existe, sí como lo leen, existe. Para muchos aceptar la maldad humana es difícil, ya que lo identificamos con una concepción arcaica o una visión religiosa del bien y el mal (Dios y el Diablo), no me refiero a eso, me refiero a la verdadera maldad humana, aquella que no admite justificación, simplemente es.
Hace algunos años leí el libro del psiquiatra estadounidense M. Scott Peck titulado: “People of The Lie˝, (Gente de la mentira). Y es quizá uno de los libros más impactantes y aterradores que he leído. Y no porque contenga nada terrorífico en el sentido literario, es aterrador porque deja al descubierto a la verdadera maldad humana. Al inicio del libro el autor dice que un psiquiatra debe abstenerse de emitir juicios de valor, sin embargo, indica que se siente obligado a hacerlo y afirma que la maldad humana existe. En el libro nos narra una serie de experiencias que tuvo con pacientes a lo largo de su carrera como psiquiatra y lo peor de todo, es que es fácil para el lector identificar a personas y situaciones similares. La maldad humana dice, no la encontramos en las cárceles, la encontramos en individuos funcionales que cometen actos de maldad que tienen ramificaciones aún mayores que sí dispararan y asesinaran a un grupo de personas. Estas personas siempre esconden sus acciones detrás de la intención. —¡No fue mi intención hacerlo! —exclaman.
Peck hace la distinción entre enfermedades emocionales o mentales y la maldad. No descarta que hay padecimientos mentales que llevan a individuos a cometer actos de maldad. Describe la maldad como una «ignorancia militante». Están obsesionados con mantener una imagen de honorabilidad que no admite ser cuestionada y por lo general escogen muy bien a sus víctimas. Son individuos queridos por la mayoría y respetados en su comunidad. Sus víctimas son percibidas como personas paranoicas o demasiado sensibles. Estos individuos suelen llegar a alcanzar posiciones de poder y liderazgo en la sociedad.
El libro de Peck fue publicado en 1983, cuando él lo escribió no podía ni imaginarse en lo que la sociedad se convertiría. Somos una sociedad que vive de la imagen y de la percepción, una sociedad que justifica los actos criminales con tal de alcanzar fines políticos. Cada año un mayor número de personas salen del anonimato para alcanzar sus 5 minutos de fama en las redes sociales, haciendo casi cualquier cosa para obtenerla. Por lo tanto, el peso de la opinión pública —aunque sea el mismo puñado de individuos que trata de dirigir la agenda política—, es muy importante. Y harán lo que sea para no caer en desgracia ante estos ídolos de papel, lo que está generando una tiranía de opinión que no admite cuestionamiento y nos estamos convirtiendo en una sociedad que victimiza los actos criminales. Aprendamos a tener coraje de decir lo que pensamos, disentir no es un delito, por el contrario, es uno de los pilares de una sociedad sana y libre.
Por lo tanto, si no están de acuerdo con lo que he escrito, recuerden que yo también soy una víctima de la sociedad heteropatriarcal opresora de derecha militarista en la que crecí y no me pueden cuestionar, al contrario, espero su empatía y por supuesto sus comentarios deben ser positivos y alentadores, —sarcasmo—.
Este artículo de fue publicado originalmente en el diario El Siglo, el 13 de abril de 2018. Puede ver el original acá.