La zorra y el busto
«Dijo la zorra al busto, después de olerlo; —¡Tu cabeza es hermosa, pero sin seso! —. Como este hay muchos que, aunque parecen hombres, sólo son bustos». —Félix María de Samaniego (1745 – 1801).
Aplicando lo anterior a nuestros días, el escritor español, Arturo Pérez-Reverte, dijo recientemente en una entrevista, «Las redes sociales están llenas de gente con ideología, pero sin biblioteca». ¡Pensar que, en más de 200 años, las cosas siguen igual y los hombres seguimos iguales!
Debido la crisis y el impasse político en el que nos encontramos, salen a relucir en las redes sociales, muchos de esos bustos sin sesos de los que habla Samaniego o de los que no tienen biblioteca, como diría Pérez-Reverte. Resulta preocupante que muchos de estos bustos sin sesos, se consideran a sí mismos, parte de la «élite» intelectual del país.
Lo más triste del caso, es que, debido a su arrogancia intelectual, terminan confundiendo la sintaxis con la semántica y confunden el significado de lo que se quiere o pretende decir, generando un caos de comunicación. Como lo he venido hablando en este espacio, el caos que genera una mala comunicación favorece a quienes saben sacar mejor partido del mismo.
La sintaxis estudia la composición, o el modo en que se combinan las palabras y como estas llegan a formar un significado, por medio de la gramática, la redacción, la puntuación y demás elementos del lenguaje.
La semántica, por su parte, estudia cada una de las palabras de forma individual, como las percibimos y comprendemos. Puede ser a través de símbolos o conceptos, así como la connotación que le damos y su significado.
Por lo que he observado, estos formadores de caos utilizan la sintaxis como su instrumento favorito. La discusión se enfrasca en lo que una coma de más o de menos quiso decir, generando discusiones absurdas y sin sentido, que alejan a los participantes de lo que dio origen al intercambio. No me mal entiendan, soy la primera que considera que debemos escribir bien, y que, en algunos casos, una coma puede hacer una gran diferencia. Pero, en las redes sociales, estas reglas son muchas veces más flexibles, en algunos casos por la falta de formación académica de los participantes o por falta de espacio. Por lo tanto, debemos intentar comprender al interlocutor, interpretando la semántica, lo que significan las palabras, si no queremos perder la cabeza y nuestro valioso tiempo en una discusión absurda.
Como versa el sabio refrán, «piensa mal y acertarás», creo que, en la mayoría de casos, estos individuos lo único que pretenden es generar confusión. Y de esta forma controlar la discusión y poner sobre la mesa una nueva agenda. Mi recomendación es ignorarlos, no permitir que dominen la agenda de lo que se discute y de lo que se habla. Que no vengan a silenciar a los demás con sus comentarios sin sentido y sus aires de grandeza. Todos tenemos igual derecho a expresarnos, y, sobre todo, como ciudadanos tenemos la obligación de leer y escuchar opiniones que difieren a la nuestra, para sacar nuestras propias conclusiones y evitar que vengan las cabezas sin seso a manipularnos.
Este artículo de fue publicado originalmente en el diario Siglo.21, el 8 de septiembre de 2017. Puede ver el original acá.