Experimento accidental

Recientemente tuve oportunidad de experimentar, de forma accidental, el prejuicio que sufren algunas víctimas de abuso doméstico, esta es mi historia.

A principios de diciembre viajé a Panamá, país que considero mi segunda patria. La última noche en Panamá salí a cenar con dos de mis mejores amigas a un restaurante en el Casco Viejo. Yo había quedado de reunirme posteriormente con otras amigas.

El clima era perfecto, ya se sentía la brisa de verano y por tal motivo nos encontrábamos en la parte trasera del restaurante, en una agradable terraza al aire libre. El restaurante estaba lleno.

Pedí un Uber para que me fuera a buscar, y a los pocos minutos recibí un mensaje del conductor indicándome que no encontraba el restaurante. Al final lo cancelé (penalidad de US $ 2.00), y pedí otro. Este no demoró en llegar ni cinco minutos.

Ingresé al restaurante rumbo a la salida, el interior de este estaba menos iluminado que la terraza. El Uber me esperaba afuera. En ese momento me estrellé contra algo y reboté, no tuve tiempo de procesar lo que sucedía, quedé petrificada y sentí un dolor intenso en la frente. Bajé la cabeza y goterones de sangre comenzaron a caer al piso… ¡me había estrellado contra un vidrio!

El vidrio era grande (de piso a techo), en esa área habitualmente hay mesas, pero por la alta demanda para el exterior del restaurante, las habían movido. El restaurante en su interior tiene una iluminación tenue, al parecer todo eso influyó en que yo no viera el vidrio. Debo de aclarar que no había consumido bebidas alcohólicas, simplemente no vi el vidrio y este no estaba señalizado.

Se canceló el Uber y yo cancelé mi reunión con mis otras amigas. Si he de creer en las señales, las señales eran evidentes. Yo no tenía que ir a ningún lado esa noche, como diría mi abuela, «no hay que buscarle tres pies al gato».

En el restaurante me llevaron hielo y café molido para detener la hemorragia. Me ofrecieron llamar una ambulancia y mis amigas ofrecieron llevarme al hospital, pero en realidad me sentía bien y la hemorragia paró. Tuve una pequeña laceración justo en la ceja y esta me lo cubría, no había necesidad de suturar la herida, era pequeña, pero la sangre es escandalosa. Hubo un momento que entre las carcajadas por lo ocurrido se me llenaron los ojos de lágrimas, ¿dolor, humillación?, no lo sé.

Camino a casa de mi amiga, fuimos a una farmacia para comprar un desinflamatorio, podía sentir inflamada la parte de la ceja.

Cuándo pedí el desinflamatorio el dependiente me preguntó para qué lo necesitaba y que síntomas tenía. Cuando le expliqué, inmediatamente me vio al rostro y me observó con una cara que me costó descifrar, ¿curiosidad?, ¿incredulidad?, ¿desprecio?, no lo sé.

A la mañana siguiente amanecí con el párpado superior morado y con mucha hinchazón en el ojo.

Evolución de la inflamación a través de los días. La imagen superior izquierda es a la las pocas horas, la inferior derecha es a los seis días.

Mi avión salía por la noche, así que aún tenía todo el día por delante. Mi amiga me llevó a hacer algunos mandados y compras. Me puse unos anteojos de sol para evitar las miradas. Sin embargo en los momentos en los cuales no los tenía puestos, la gente se me quedaba viendo con cara de desprecio y comentaban entre sí, a medida que transcurría el día, el ojo se me veía más hinchado y morado, y la inflamación seguía bajando.

Lo curioso es que nadie se acercó a preguntar que me había sucedido. Muchas mujeres me mantuvieron la mirada, retándome. La sensación fue horrible. Estaba siendo juzgada por haber sufrido un accidente.

Al final decidí comprar unos parches oculares para cubrirme el ojo a la hora de viajar. Bastante había tenido con las miradas de las personas para exponerme a lo mismo con el personal del aeropuerto y migración.

El cambio de actitud de las personas fue impresionante, me volteaban a ver pero si yo los sorprendía viéndome, bajaban la mirada avergonzados, y si podían intentaban ayudarme. ¿Por qué? ¿Es vergonzoso observar a una mujer con un parche en ojo, pero al mismo tiempo te avergüenzan y juzgan por tener un ojo morado e inflamado?

Al llegar a Guatemala sucedió lo mismo. Si salía con el parche eran miradas de lástima y si salía sin este, eran miradas juzgándome por ser tan tonta y haberme dejado «golpear».  ¡Inclusive personas muy cercanas a mí me preguntaron si de verdad no me había pegado nadie!

Lo irónico del caso, es que he escuchado testimonios de mujeres que han sido víctimas de abuso y no las golpeaban en el rostro, los golpes eran en partes no visibles.

A medida que pasaban los días la inflamación crecía y el ojo se veía peor. Gracias a mucha árnica, en diez días ya podía salir a la calle sin cubrirme el ojo.

La reacción de los hombres al verme con el ojo morado fue, en su mayoría, mucho mejor que la de las mujeres. Estos sonreían tímidamente y se mostraban serviciales o me ignoraban por completo, aunque no faltó el que me vio con cara de «pobre infeliz».

¿Qué nos pasa como sociedad? ¿Es más fácil juzgar que preguntar? Evidentemente lo es, y pude experimentarlo en carne propia. Si crees que una mujer sufrió abuso en vez de juzgarla, sería mejor que le ofrecieras ayuda.  Y sobre todo, sería bueno no apresurar las conclusiones ya que, como en mi caso, pudo haber sido un simple accidente.

Por último, es importante que los vidrios estén bien señalizados. Yo fui muy afortunada.

 

 

Escritora independiente, columnista, bibliófila y entrevistadora del programa A las 8:45 por Canal Antigua.