Todos somos culpables
Los seres humanos tenemos por costumbre culpar a otro de nuestras desgracias. En algunos casos es así, son otras personas las responsables, pero en la gran mayoría de casos somos nosotros quienes nos buscamos nuestros propios males y si vamos más allá, somos los responsables de cómo reaccionamos ante la adversidad y los problemas.
¿Cómo pretendo que el gobierno no sea corrupto si yo me robo el cable del vecino? ¿Con que moral me voy a convertir en el paladín de la lucha anticorrupción, si apoyo y victimizo a un grupo organizado de delincuentes que se roba la electricidad en las comunidades? Un delito es un delito y no porque yo simpatizo ideológicamente con uno o con el otro, lo convierte en algo lícito.
Los etiquetamos de troles o «netcenteros», —la palabrita del momento—, si sus ideas son contrarias a las nuestras. Por el contrario, les llamamos activistas si opinan como nosotros. Y esto se da a nivel nacional e internacional.
Una mujer, inmigrante, vegana y feminista dispara contra un grupo de empleados inocentes en las oficinas de YouTube y justifican a la mujer porque tenía problemas mentales. Sus acciones son tan criminales como las del chico que disparó recientemente en una escuela en la Florida, sin embargo, los medios de comunicación y los activistas le han dado poca importancia a la noticia, como si el delito no fuese el mismo. En el primero reconocen que era una enferma mental, en el segundo culpan a la poca regulación que hay sobre las armas de fuego. Da la impresión de que hasta para ser criminal hay que estar del lado políticamente correcto. ¡A lo que hemos llegado!
Hablemos del famoso «Facebookgate», la «filtración» de datos de más de 87 millones usuarios de Facebook. Si bien Cambridge Analytica tomó la información de los usuarios de Facebook, esta no lo hizo a la fuerza sino con el consentimiento del usuario. Porque cada vez que aceptamos una aplicación, les estamos dando permiso a que tome nuestra información, y lo que es peor, la de nuestros contactos. Pero es más fácil decir que fue una conspiración para robar los datos. ¡No hay una conspiración! Simplemente, ahora se comienzan a dar cuenta los usuarios que no hay tal cosa como una red social gratuita, ya que la información de los usuarios es muy valiosa, valiosa en términos de mercadeo, y ahora también se ha convertido en una herramienta valiosa para los políticos. Pero la culpa es nuestra, por cada «me gusta», que damos, por cada aplicación que permitimos que acceda nuestra información de forma voluntaria.
Es sumamente fácil culpar a otra persona o a las circunstancias de nuestras desgracias y de nuestros errores, y se requiere de mucho valor y madurez emocional para aceptar nuestra responsabilidad. Tristemente, las corrientes políticas, religiosas e ideológicas predominantes no ayudan mucho en el tema, ya que es más fácil responsabilizar al estado o a un ser supremo por nuestra desdicha que afrontar la responsabilidad. Por lo tanto, seguimos esperando con ansias la llegada de un mesías salvador que venga a rescatarnos, en vez de tomar responsabilidad y convertirnos en agentes de cambio.
Si prestamos atención, veremos que en la mayoría de casos en vez de plantear soluciones objetivas, nos enfocamos en buscar o idolatrar al mesías salvador. Las campañas políticas y el activismo se enfocan en los individuos, no en el cambio de reglas, en las leyes y en las instituciones. Bajo mi punto de vista las cosas no van a cambiar hasta que dejemos de culparnos los unos a los otros y nos demos cuenta de que todos somos culpables.
Este artículo de fue publicado originalmente en el diario El Siglo, el 6 de abril de 2018. Puede ver el original acá.